CAPÍTULO I:
Érase una vez un planeta con pocos habitantes. Su modo de vida era el nomadismo, y de día visitaban altas montañas, verdes valles y costas de aguas cristalinas, siempre en busca de lugares bellos. Por la noche dormían en cada vez un sitio distinto, uniéndose a otros viajeros. Era tal su amor a la naturaleza y a sus congéneres, que todos respetaban siempre la propiedad ajena, el descanso de los demás, los lugares públicos, el silencio. Por la mañana, antes de partir, recogían con esmero sus pertenencias y sus residuos, de manera que unas horas después nadie podía imaginar su paso por allí. Esta manera de ser y vivir estaba tan extendida, que a nadie se le ocurría poner unas normas que regularan la convivencia, de obligado cumplimiento: en la esencia de su carácter estaba el respeto por los ríos, los mares, la campiña y, por encima de todo, el respeto por uno mismo y por sus semejantes.
¿Hace falta que escriba el segundo capítulo?